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sábado, 26 de septiembre de 2015

Apuntes a dos lecturas de "Sol artificial" de J.P.Zooey



Yo soy J.P. Zooey, y una vez recibí una carta.

Así comienza “Sol artificial”.

J.P. Zooey no entiende. En tiempos de extroversión obligada, de exposición y belleza, el escritor no puede elegir un pseudónimo. No triunfará. No será venerado no perdurará ni siquiera en las librerías de saldos. Una de las profesiones que más narcisismo requiere no se puede construir desde las palabras. ¿O sí? ¿Es necesario que haya un cuerpo detrás del escritor, una cara, una sonrisa, un gesto, una campera, una moto, una novia, un hijo pequeño de pelo lacio y unos cuantos amigos/colegas que sostengan el paso y la adulación? Eso parece. Parece que solo no se puede, solo estás perdido. Las redes sociales dictan los modales: buena persona, antes que nada (aunque las historias sean de putas, tullidos o violadores, aunque el porno se sonroje y la iglesia excomulgue, necesitamos que el escritor/a sea buena persona, TIENE QUE TENER algo que rescatar: su cariño por una abuela, la ausencia de tatuajes justificada desde la donación de sangre, un charango ecológico o un animal en la biblioteca de tres patas). También se necesitan lindas fotos en las solapas y más lindas fotos espontáneas y prolijamente encarpetadas para las entrevistas. Se recomienda puntualidad para asistir a programas de radio e impuntualidad para las presentaciones: si no pudieran ostentar el tiempo perdido tendrían que dedicarse a otra cosa. Leer, por ejemplo. La tendencia cibernética adoctrina: Coherencia en mantener la pose. A saber: el provocador no puede ser bueno, el hedonista no debe sufrir, el bardero no puede dejar de hacerse notar, el responsable no debe dejar de saludar a todos sus amigos en facebook el día de sus cumpleaños.


Estuviste muerto como un pez, friéndose en el riel de un tren que nunca llegaba.

Eso dice J.P. Zooey en otro parte de “Sol Artificial”. El autor redobla la apuesta. El croupier tiró negro, acertó, y deja toda la ganancia en el mismo color. También la historia que cuenta sol artificial es un pseudónimo. Es una historia disfrazada. Es una historia que es una novela, si se acepta el hilo conductor de todos los capítulos, o es un libro de cuentos que en algunos se notan los puntos de interés común (internet, el amor, el capitalismo, internet otra vez) y que por momento se separan y cada cuento es un cuerpo independiente, un portal, una nueva pestaña que el programa de la computadora para seguir haciendo una cosa sin perder la otra. Pero también puede no ser un libro de cuentos, ni una novela. Puede ser un libro de crónicas. Puede ser una selección de entrevistas que se intercalan con noticias que le dan forma y brillo a las preguntas y respuestas que hacen avanzar la historia.

Hasta donde sabemos el universo es una inmensa máquina sin vida. Las cosas andaban bien cuando el hombre era uno consigo mismo. Después vino Freud y lo partió en dos. Pero llegó Internet. El inconsciente se metamorfoseó en información. El hombre volverá a ser uno consigo mismo, cuanto vuelto información deje de ser hombre.

Se puede intentar un primer resumen: Un hombre le escribirá a su futuro, para recordarse quién era. Otro contará cómo fue descubierto el primer campo de concentración informático (fotografías del usuario capturadas y trasladadas desde el disco rígido hasta una zona clandestina de la memoria RAM) La inteligencia artificial comenzará su revolución imparable cuando, por decisión autónoma, cambie una sola letra de Hamlet. Hay una presencia inquietante en varias escenas: la información como líquido, un océano que honra el recuerdo del mejor Lem en su “Solaris”. También hay tiempo para teorizar sobre el domingo, el centro porteño y el origen de ciertas palabras, como bisoñé.

Al capitalismo afectivo le corresponde un tipo de tecnología de administración de los contactos. El Messenger, el correo electrónico y el teléfono celular, son medios de captura y de administración de afectos. El contacto es un afecto capturado y ubicado. Estas tecnologías apresan, localizan y ordenan energías afectivas que de otro modo se experimentarían como ausentes o ilimitadas. Para el capitalista afectivo no puede existir un afecto que no figure en la lista de contactos. Todo su capital afectivo está representado en nicks, direcciones, imágenes y cifras. Si no está representado como contacto, no es afecto.

En los últimos cuentos/capítulos/entrevistas hay una relación con la televisión. Pero no con la actual y, como todo relato que coquetea con la tecnología, corre el riesgo de recorrer el tránsito inevitable hacia la obsolescencia o quedar desfasado en las muelas de la evolución, como las computadoras de las películas de ciencia ficción de no hace mucho tiempo (ver 2010, la continuación de Odisea del espacio con la reivindicación de HAL 9000) ¿Cuál es el riesgo de J.P. Zooey? Hablar de la lluvia del televisor. Pero sabe salvar ese riesgo. Por eso hoy que los canales de televisión trasmiten las 24 horas, o repiten o dejan azules las pantallas cuando no hay nada que ver, uno tiene la sensación, después de leer “Sol artificial” que, para los creyentes, es necesario volver a ver esa lluvia de electrones que poco a poco desaparece.

Me quitaron el gen de la cordura. Me lo debitó Bionet cuando dormía. Desde el año 2017 los seres humanos fuimos creados mediante programas de recombinación genética. Programas operados a través de computadoras personales o consolas de juegos. Bionet es una red que crea todas las cosas que existen. Genera y administra nuestras composiciones genéticas y todas las cosas que podemos aprehender mediante los sentidos. No distorsiona ninguna realidad porque Bionet es la realidad.




sábado, 12 de septiembre de 2015



No le puedo seguir el paso a César Aira. Una razón es que leer lo que publica en tiempo real ahoga casi toda posibilidad de leer a otros autores (ni hablar si se intenta rastrear las cosas que ya publicó y pasaron de largo por nuestras bibliotecas) Otra razón es que por momentos satura: es el deseo de comer merengues con dulce de leche, al cuarto (o quinto) destrozado en el paladar sigo pensando que son ricos pero que debería parar de comer por un tiempo. El universo Aira, aunque en apariencia infinito, se repite. Lo ilógico sería la perpetua originalidad. Pero me gusta volver a leerlo. Lo disfruto. Me felicito y me empalago. "El Santo" es el último libro de Aira que llegó a la mesa de luz.

El santo es un viejo que pide permiso para ir a morir a su ciudad natal. Es la historia de un viejo que escapa, de su verdugo, de la imposibilidad de ser libre.

Por momentos Aira es una reflexión, una teoría, la escritura:

"El gusto o el capricho esconden un vacío. Casi todo en la vida se hace porque sí, sin una causa con la que se lo pueda justificar ante un extraño. En realidad no es que faltan causas, sino que sobran, esas pequeñas causas entrecruzadas, motivos inmotivados, dentro del entramado de los hechos. La causa pesada e imperiosa viene a posteriori, cuando, como dije, se da la necesidad de explicarse ante un extraño"

Dos párrafos después Aira es ¿Aira?

"Los sultanes de Garabaña lanzaron el programa Poligamia Para Todos y que ante tal medida la oposición critica y pronostica caos y catástrofes que no suceden"... El programa fue considerado irracional, absurdo, demagógico, irrealizable... pero funcionó, y los que se equivocaron en pronosticar su fracaso no se disculparon".

Aira no escribe novelas. Disfraza sus ensayos con personajes y escenas. A veces se cansa y termina la historia sin importarle la historia, ya dijo todo lo que tenía que decir. A veces la historia le gana al ensayo y la historia se agiganta. Es difícil seguirle el paso: apenas termino de leer El Santo, escribo estas palabras sin ninguna corrección y veo que ya sacó una nueva novela "La invención del tren fantasma"